miércoles, 18 de marzo de 2009

Año de nieves, año de truchas.

Os adjunto, el artículo que nuestro amigo y compañero, Juan Antonio Lázaro, publicó en la Nueva España con motivo, de la apertura de la temporada 2009, un artículo muy interesante que sin duda, será de vuestro interés:

Año de nieves, año de truchas.
Juan Antonio Lázaro Menéndez – Gerente del Grupo de Desarrollo Rural del Bajo Nalón
Publicado en la Nueva España el 14 de marzo de 2009.

“No deja de ser curiosa la actitud de la trucha durante la nevada. El pez no alborota, no boquea; simplemente asoma”.
Miguel Delibes en “Mis amigas las truchas”

No recuerdo en los últimos tiempos un invierno tan auténtico como este que aún colea, parece uno de aquellos de los que hablan los más longevos de la región, en los que la nieve unía techo y suelo. Estos inviernos se pierden en la memoria, junto a aquellas temporadas de salmonadas impresionantes, en las que las capturas se contaban por miles desde el Cares al Eo.
Con el precedente de los últimos años, me resulta muy difícil hacer una valoración objetiva y real de lo que rabiones, pozos y corrientes nos van a deparar para la temporada venidera. Puede que los añales que se negaron a remontar el año pasado, vengan esta temporada con un año más de mar, convertidos en ejemplares de destacado porte, o puede que el grifo esté cerrado desde mayo del año pasado y que nos limitemos a ver cuatro peces despistados en el río, tratando de evitar señuelos al acecho. El río dirá.
Con pocas novedades normativas, exceptuando la extensión del cupo de un salmón por pescador y día a los acotados, la calma acompaña al desvede, ya que tanto gestores como pescadores no tienen gana de problemas. Un dato muy positivo es la vuelta a la pesca sin muerte en septiembre en algunos acotados del río Narcea, aspecto que incomprensiblemente no ha sido ampliado a otros cursos salmoneros, por razones desconocidas argumentadas sobre esperpénticas teorías. Aquellos que no entienden que la pesca sin muerte es el futuro y la mejor manera de hacer pesca responsable, son los que pretenden recuperar las poblaciones de salmón, sin establecer ningún tipo de límite de capturas y de acceso a los espacios de pesca. Cuando sean capaces de explicar lo que defienden puede que sea un poco tarde.
Desde que me asomo a estas páginas, en el orto y el ocaso del la temporada salmonera asturiana, siempre me olvido de la trucha y su pariente viajero el reo, pero este año no va a ser así. Mi eterno compañero de andanzas trucheras, me recuerda todos los años que escribir y preocuparnos por el salmón está bien, pero que lo nuestro es la trucha y nos acordamos poco de ella.
Los datos disponibles, producto de estudios de densidades de poblaciones trucheras realizados por el Gobierno Regional, corroboran un descenso significativo de las mismas en Asturias, que en algunos lugares alcanzan cifras críticas. La presión más o menos se mantiene, pero las poblaciones no y eso no lo soporta ni el mejor río.
Mientras que la ocupación de los cotos salmoneros alcanzará este año cifras superiores al 90%, hay cotos trucheros míticos, como el del Aller, que dispone de permisos sobrantes a libre disposición del usuario, circunstancia impensable hace no mucho tiempo.
La gente quiere pescar y para eso necesita peces. ¿Qué hace que el coto del Condado en el Nalón o el piloñés de Villamayor, entre los tradicionales, y el de Belmonte, entre los sin muerte, sean los más demandados. La respuesta es sencillísima: truchas. Lo mismo puede decirse del intensivo de Aboño, ya que el tenaz pescador acude al embalse al olor de la cuba repleta de arco iris, como debe ser.
Parece ser que de una vez por todas alguien se ha dado cuenta que algo pasa con las pintonas y desde la Dirección General de Biodiversidad y Paisaje, han decidido elaborar un documento en el que se refleje el modelo de gestión a aplicar en nuestros ecosistemas trucheros. En torno a seis objetivos básicos se cimenta una estrategia ambiciosa, que culpa de los males trucheros a la degradación del medio (contaminación, vertidos…), la introgresión genética (producto de repoblaciones descontroladas), los depredadores fluviales (especialmente el cormorán) y la presión ejercida por la pesca recreativa (los pescadores de caña). El primer borrador ha sido debatido por las Asociaciones de Pescadores en una reunión técnica celebrada para su presentación, siendo acogida la iniciativa con mucho interés por todas las partes implicadas.
A la sombra plateada del salmón, la trucha y el reo han pasado desapercibidos ante cupos, cotos parciales y demás lindezas normativas. La normativa anual para la fario varía mínimamente de un año a otro, con cambios inapreciables y que estaban bastante lejos de la situación real. Ya va siendo hora de que la inercia normativa, que es la antesala de la decadencia, se transforme en una batería de medidas efectivas, prácticas y no meramente resultadistas a modo de parche. Se equivocan aquellos que buscan como única solución al mal truchero astur la limitación orientada hacia el pescador, el problema es más complejo y la solución está en el río. Tampoco andan muy acertados los que piensan que el cormorán es la fuente de la que emanan casi todos los males trucheros, incluso salmoneros, y en menor medida sus compañeros de festines piscícolas, la garza y la nutria.
Pero no hay que preocuparse por el tema, ya que matando un puñado de pajarracos come-peces, podemos apretar un poco más a los pescadores y olvidarnos del río. A grandes males cuatro tiros y reducción cupos, no me hablen de vertidos, furtivismo, falta de vigilancia, deforestación riparia y canalizaciones. Resulta más sencillo focalizar el problema en torno a aquellos que ofrecen una solución más evidente, que afrontarlos todos.
El futuro documento que vele por la salud de nuestras poblaciones trucheras, debe compatibilizar conservación y aprovechamiento sostenible, pero sin tan solo se trata de llenar el enésimo hueco del armario destinado a estudios de estética impecable y utilidad limitada, mejor no seguir con el juego y evitar esfuerzos inútiles.
Otra novedad que tenemos para este año, es la reconciliación de todas las Sociedades de Pescadores consideradas colaboradoras de la Administración Regional, con la más antigua de todas ellas. Espero y deseo que el nuevo frente común no haga que la doctrina única sustituya a la creatividad, diversidad y singularidad de cada colectivo, ya que no siempre un solo contrincante poderoso puede más que varios inquietos y bulliciosos, y la Administración tiene mandíbula granítica. No es conveniente que la condición de Sociedad Colaboradora se convierta en un monopolio y que el precio para sentarse en el mal llamado Consejo de la Pesca sea una fábrica de peces, ya que como dice la zarzuela: “Los tiempos avanzan que es una barbaridad”.
Tras cumplir con el compromiso adquirido y dedicar unas líneas a la trucha y a la nueva entente cordiale, el cantar de las aguas me recuerda que los ríos pronto se poblarán de todo tipo de gentes ataviadas con gafas polarizadas y ropajes verdes, buscando ser protagonistas del repicar de campanas en Cornellana.
Solo me queda pedir que el sentimiento conservacionista salmonero que reverdece en los albores del desvede, rompa su efímera estacionalidad de una vez. Los buenos deseos, alabanzas y loas al rey del río, deben de ir más allá de ese tercer domingo de marzo y traducirse en inversión y políticas integrales, que favorezcan a los ríos, los peces y finalmente la pesca recreativa.

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